La sociedad se muestra impasible, negándose a ver, escuchar y guardando silencio ante una tragedia cotidiana que afecta a 1 de cada 4 niñas y 1 de cada 7 niños.
La familia y allegados que deberían ser el principal refugio y tesoro de todo niñ@, se convierten en la prisión de oro que los condena y atrapa en la infancia y de la que no logran desligarse en la vida adulta.
Se estima que entre el 85 y el 95 % de los casos de abusos sexuales, el agresor o agresora pertenece a la familia o amigos más cercanos. Una realidad silenciada que dificulta que como sociedad seamos consciente de que la solución para esta problemática pasa por entender que los menores son nuestra responsabilidad, y por tanto, los abusos sexuales son un problema de tod@s.